TAMPON DE CLONAR
Afortunadamente, la clonación digital
es mucho más simple que la clonación de genes, y menos peligrosa
para el ecosistema, aunque si proseguimos con la comparación, no
se ha librado de ser un asunto polémico en el terreno ético.
Me refiero a las opiniones favorables o contrarias al retoque de las fotografías
más allá de los ajustes tonales, es decir, cuando retocar
supone hacer modificaciones en la escena, de lo que sin duda el tampón
de clonar es el paradigma.
Dejando a un lado las consideraciones sobre hasta qué
punto es o no lícito clonar las fotografías, algo en lo
que cada uno hará bien en decidir sobre sí mismo y no imponer
normas a los demás, las modificaciones que se pueden hacer con
el tampón serían muy difíciles con otros medios.
Pueden ser el único recurso cuando no es posible repetir la toma.
Por otra parte, en el terreno de la imagen creativa y
el fotomontaje, toda herramienta que aumente la capacidad de transformar
datos iniciales es siempre bienvenida, aunque es cierto que cuanto más
versátil sea el instrumento, más perjudicial puede ser su
abuso.
Funcionamiento del tampón
El tampón permite tomar una muestra en una zona de la imagen y
reproducirla en otra zona. Se usa como un pincel, por lo que hay que prestar
especial atención a las características de tamaño
y dureza. Los programas suelen cargar por defecto pinceles completamente
duros o blandos, que conviene modificar, ya que para la mayoría
de los usos es mucho mejor una dureza intermedia, que no tenga el borde
muy rígido pero que aporte un tono consistente en una proporción
adecuada de la superficie cubierta.
De
izquierda a derecha: pincel duro (dureza 100%), blando (0%) y semiduro
(50%).
Su manejo es simple: hay que definir primero un punto origen, o lo que
es lo mismo, tomar una muestra, con un clic del ratón y la tecla Alt pulsada en PhotoShop, Control en Gimp, o con el
botón secundario del ratón en PhotoPaint. Después
se traza sobre otra zona de la imagen. En lugar de depositar un color,
el pincel va replicando la información de la muestra, que un segundo
cursor paralelo va "leyendo" a partir del punto de origen.
Hay dos modos de actuar con el tampón: alineado y no alineado.
En el primero, la distancia y orientación entre la muestra y el
trazo se mantiene mientras no se defina una nueva muestra, aunque el trazo
se interrumpa o se haga de forma discontinua.
Sin embargo en el modo no alineado, cada vez que se comienza un nuevo
trazo, se recupera el punto origen inicial, y no la distancia de éste
al trazo. Lo veremos mejor gráficamente:
En
el punto P de la fotografía se toma una muestra. Después,
en un documento en blanco, se hacen
con el tampón
tres trazos verticales a partir de los puntos
A, B y C.
Resultado
con la opción alineado (izquierda )
y no alineado (derecha)
Usos típicos
Suele usarse el tampón para eliminar elementos innecesarios o molestos,
y también para reparar daños y otros defectos. En el primer
caso, el espacio que ocupaba el objeto a suprimir hay que llenarlo con
muestras de aspecto coherente con el entorno. Es muy útil no huir
de detalles como bordes o intersecciones, sinó al contrario, apoyarse
en éllos para situar las muestras con la precisión que requieren.
Otros casos, como la piel o zonas de fondo con degradados suaves, se
podría pensar que son más fáciles, pero enseguida
nos damos cuenta de que no, porque cualquier pequeño cambio de
color delata la intervención del tampón. Aquí donde
se requiere precisión es en tomar la muestra adecuada. Para ésto
es conveniente renovar la muestra a menudo, tomarla cerca, aplicarla con
un pincel más bien blando (dureza 40%), sin bajar la opacidad ni
el flujo del trazo, y acostumbrarse a "visualizar" en qué
punto de la imagen tenemos un color, brillo y textura similares.
Un truco que tengo para ayudar a ejercitar esta visualización
las primeras veces, es superponer líneas a modo de isobaras: se
duplica la capa, se desenfoca un poco para que las líneas no sean
muy caprichosas (desenfoque gaussiano con radio de 3 a 6 píxeles),
se posteriza (5 o 6 niveles), se aplica el filtro Hallar bordes, se desatura
para igualar el tono de las líneas que aparecen sobre un fondo
blanco, y se oculta éste en las opciones de fusión de la
capa. Sólo quedan visibles las líneas, y podemos trabajar
con el tampón en la capa inferior, cuidando de que en la barra
opciones no esté marcada la casilla "usar todas las capas"
Esta
especie de "isobaras" pueden ayudar a decidir dónde
tomar las muestras.
En otras zonas menos comprometidas, como suelen ser los fondos dañados,
puede resultar muy beneficioso jugar con ciertos modos de fusión
en las opciones del tampón. Yo uso con frecuencia los modos oscurecer,
aclarar o luminosidad. Si hay manchas oscuras sobre una zona clara, el
modo aclarar proporciona rapidez y es difícil que se note la pincelada.
Lo mismo hace el modo oscurecer para eliminar rayaduras sobre fondos oscuros,
o el modo luminosidad cuando la muestra nos puede variar algo el color.
Si la dificultad viene de que la zona a tratar tiene un contorno complicado,
se debe acotar ésta con una máscara o selección ligeramente
calada, para poder pintar cómodamente con el tampón, sin
recurrir a tamaños de pincel pequeños, que son difíciles
de disimular. La selección limita el área de acción
del tampón, pero no afecta al cursor secundario, que lee la muestra.
Para
suprimir la mano de la primera imagen se han seguido un par de
estrategias:
trazar un contorno de selección suavizado para tratar por
separado la figura y el fondo, y no evitar la geometría,
sino basarse
en ella para la toma de muestras.
Las
cuerdas no son exactamente paralelas ni tienen igual grosor. Los
trastes si,
pero sus intervalos tampoco son iguales. La muestra
del
punto rojo sirve
para llevar al azul. Se pueden trazar las líneas
amarillas en una capa superpuesta, como apoyo.
Otras aplicaciones
Por último, entre los nuevos usos que los usuarios más inquietos
van descubriendo y divulgando por la red, un amigo me comentó hace
poco uno bastante curioso para el tampón, y es utilizarlo como
alternativa a sobreexponer y subexponer. Se trata de tomar la muestra
en un punto de la imagen y comenzar a trazar exactamente en el mismo punto,
en modo alineado, con el modo de fusión multiplicar si queremos
oscurecer, o trama si queremos aclarar. Se aconseja una opacidad entre
30 y 40% para la pincelada.
Realmente resulta cómodo. La diferencia es que actúa por
igual en sombras, medios tonos y luces, pero no se produce acumulación
del efecto si en un mismo trazo pasamos varias veces sobre el mismo punto,
como sí sucede con sobre y subexponer, por lo que es más
controlable. Es una diferencia sutil, como la que hay entre jugar con
la opacidad o con el flujo, en los pinceles.
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